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Escribir contra la corriente

Nací en Barcelona en 1963 y me licencié en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma. Durante décadas trabajé en publicidad como redactor y director creativo en varias agencias multinacionales. La creatividad fue mi oficio, pero también el espejo en el que confirmé mis dudas: el engranaje del sistema lo devora todo, incluso las ideas. Esa inquietud, que siempre me ha acompañado, terminó encontrando su cauce natural en la escritura.

Siempre he creído que escribir es un acto de confrontación. No solo contra el sistema, sino contra uno mismo. No me interesa la literatura complaciente ni las ficciones de escapatoria. Me reconozco en un realismo existencialista con influencias libertarias, porque para mí la escritura es una forma de desarmar las ilusiones con las que nos han enseñado a vivir. No escribo desde la esperanza, sino desde la lucidez de saber que no hay salidas fáciles.

Mi primer libro, Relatos escritos mientras hierve la pasta, fue una descarga, un vómito de ideas escritas a fuego rápido. Descubrí que mi voz tenía un tono propio: crítico, implacable, escéptico, un dedo señalando la maquinaria absurda que nos consume. Con La cuna del mal di un paso hacia atrás en el tiempo, para mirar hacia dentro. La rabia por el presente me llevó a escarbar en el pasado, en mi familia, en mi herencia de lucha. A mi abuelo lo fusilaron por rojo. Por negarse a inclinar la cabeza ante los que creen que la historia les pertenece. Mi tío abuelo se unió a los maquis porque entendía que hay batallas que no se pueden abandonar. Entregó su vida a la resistencia, a la última llama de un fuego que el poder creía extinguido. Murió sin monumentos, sin honores, sin nombres grabados en mármol. Pero su sacrificio, como el de tantos otros, es la prueba de que la verdadera lucha no está en las victorias, sino en la negativa a rendirse. Crecí con esas sombras, con una guerra que no viví pero que llevo en la sangre. Escribir esa novela fue un ajuste de cuentas, una deuda con la memoria.

¿Y después de eso, qué?

Intentar escapar del sistema es el último sueño romántico. Lo he abordado en Salir del engranaje, donde he reunido reflexión personal, experiencia vital y ensayo. El libro es un alegato contra los engranajes de una sociedad absorbente, y al mismo tiempo una invitación a buscar alternativas mínimas y reales. Pero cuanto más ahondo en esa idea, más evidente me resulta la trampa: el sistema no se puede abandonar del todo, solo se puede navegar en sus orillas.

No soy un escritor optimista. No escribo para dar respuestas ni para tranquilizar a nadie. Escribo porque dudo, y porque la escritura es una forma de resistencia, aunque sea mínima. A lo mejor, con suerte, consigo que alguien más mire el mundo con los ojos bien abiertos.